Por Francisco Javier González Sanz
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16 de enero de 2022
Gran reflexión y ¡MOTIVACIÓN! Las personas que mostráis amor a la naturaleza y a los animales, tenéis un enorme corazón y gran alma. Hablando en esta ocasión sobre la naturaleza y mas en concreto de las plantas, he reeditado este texto que algún año atrás escribí, quizás los que me conocéis de hace tiempo lo recordéis es aquella historia que hace tiempo un agricultor de los de toda la vida me contó. (Aún que ya la leyerais, la he reeditado, así que os invito a volverla a leer y mas en estos tiempos de pandemia que no tenemos muchas libertad, pero si algo de tiempo). Observando al agricultor que acabo de nombrar el esmero e interés que ponía a su labor cuidando sus tierras, arboles y plantas por verlas crecer, le presté atención ya que algo bueno sería capaz de trasmitirme, no solo por su labor, si no por la diferencia de edad. Personas así cuentan con tantos kilómetros recorridos en la carretera de su vida que sí sabes callar y escuchar, todo eso a lo que muchos llamamos batallas de abuelos, siempre serán grandes lecciones que nos aportarán un gran aprendizaje. Gustavo, sí, como la rana jeje, así se llamaba el señor, me contaba que en su juventud un buen día acudió con un compañero de oficio a un mercado de un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, cuando de repente se pararon ante un puesto donde había un vendedor de semillas y les llamó la atención unas en concreto que a pesar de su trayectoria en labores del campo jamás habían visto ni habían escuchado hablar de ellas. A todo esto este Gustavo se dirigió con su compañero a la persona que atendía el puesto: - Muy buenos días caballero, ¿qué semillas son estas? - Son semillas de bambú. Vienen de Oriente y son unas semillas aquí muy poco comunes, difíciles de encontrar y a su vez muy especiales. - ¿Y a qué se debe que sean tan especiales?, le preguntó Gustavo y su compañero, al vendedor. Con una ligera sonrisa les respondió el comerciante: - Si os las lleváis, las plantáis y cuidáis, sabréis por qué. Es algo largo de explicar. Pero tranquilos que sólo necesitan agua y algo de abono. El caso es que finalmente Gustavo y su compañero movidos por la curiosidad pues compraron un pequeño saco de semillas de esa planta tan especial llamada BAMBÚ. Al volver de nuevo a la rutina, Gustavo y su compañero empezaron a plantar las semillas y tal como les dijo el vendedor pues se limitaron a regar y a abonar, ya que no requería de ningún tipo de cuidado más. Pasado un tiempo, parece ser que las semillas “tan especiales” de dicha planta no daban ápice de crecimiento y en el sitio que las plantaron solo se veía un cacho de arena desolado mientras el resto de sus tierras y cultivos seguían dando magníficos frutos. Gustavo decía que al cabo de un año cansado su compañero, el vecino de las tierras de al lado, le dijo: - Aquel vendedor de semillas se rió de nosotros, nos vendió la moto y nos engañó con el cuento de las semillas “especiales”, así que yo he decidido dejar de abonar y regar y aprovechare la tierra para plantar tomates que ahora es temporada y sacaré al menos provecho a ese espacio. Gustavo era más cabezón, no sé si por qué era su forma de ser o por llevar la contraria al vecino jeje. El caso, el decía que decidió seguir cultivando, cuidando las semillas, con lo que no pasaba un día sin regarlas ni abonarlas cuando era necesario tal como le indicó el comerciante en su momento. Por lo que me comentaba, no dejaba pasar día sin dedicar tiempo a los cuidados de dichas semillas. El caso es que iba pasando el tiempo y las semillas no daban señal de vida, Gustavo miraba a esos metros cuadrados de tierra y no había más que eso… TIERRA. Me contaba que aguantó unos años y que un buen día, cuando estaba a punto de dejar de cultivarlas, su nieta estaba empezando a crecer y pensó que esa parte del terreno le vendría bien para poner una pequeña piscina y un columpio como zona de juego para ella, pero, ese buen día: se sorprendió al encontrarse con que aquellas semillas “especiales”, el BAMBÚ había crecido!!! Y no sólo me contaba eso, sino que las plantas alcanzaron una altura de 30 metros en tan solo 6 semanas. Yo en ese momento no entendía nada y él se reía y le pregunte que ¿cómo era posible que el bambú hubiese tardado 7 años en germinar y en sólo seis semanas hubiese alcanzado tal tamaño? A veces me fio tanto de lo que me dice la gente sean mayores, jóvenes o adultos que pensé que me estaba gastando una broma o algo similar y yo, ignorante de mi como tantas veces me a pasado, había picado. Me dijo: - ¡No Javier! Jeje, volví junto al señor que me vendió dichas semillas y esta vez me lo explicó y es que resulta que en el fondo era muy sencillo. Te explico: durante esos 7 años de aparente inactividad en los que en mi terreno no veíamos nada, solo arena, las semillas “especiales” estaban generando un sistemas de raíces súper fuertes y robustas que le permitirían sostener el crecimiento tan increíble y potente que iba a tener después la planta, ¡EL BAMBÚ!. Bueno, podría seguir escribiendo más sobre la conversación y los detalles de la misma con Gustavo, pero voy a parar que al final una historia de 5 minutos no se como pero necesito 1 hora y sería capaz de escribir un libro entero así que voy a acabar dejando un poco mi reflexión que es la cual os quiero trasmitir y aportar a todos y todas sin excepción para nadie: Muchas veces luchamos por algo, ya sea un objetivo, un sueño, un reto, una ilusión, una meta y al principio tod@s empezamos con el mayor arranque, fuerzas y ganas del mundo para conseguirlo. El caso es que muchas veces pasa el tiempo y no vemos a corto plazo el resultado ante tanto esfuerzo y energía que empleamos para conseguir nuestros objetivos y en ese momento desistimos y nos relajamos, dejamos el objetivo para mañana, para el lunes, para cuando acabe la pandemia, para cuando pasen las navidades, para cuando empiece el año, para septiembre que ya habremos pasado las vacaciones, para después de la última cerveza y momentáneamente o finalmente, abandonamos pensando que quizás por aquello que luchamos es un imposible o que ya lo haremos por que la vida es larga. (yo creo que no lo es, soy fan del dicho: la vida son 2 días) No paréis, muchas liebres corren rápido sin fijarse en el paisaje o mucho peor, sin mirar dónde pisan y eso las hace a veces pisar en un pozo y caer al abismo o ser deslumbradas por la ráfaga de un faro de un coche en mitad de la noche siendo atropelladas. Es mejor ir despacio como la tortuga, comiendo sus hojitas despacio y como dice la canción: “pasito a pasito” y sin hacer ruido, pero sin parar por que quizás estemos en el proceso de echar unas raíces fuertes, ¡FUERTÍSIMAS!, que van a ser los valores y la disciplina que tendremos el día de mañana para alcanzar nuestros objetivos sean los que sean y sostenerlos de forma que sean duraderos y que ni un huracán nos los arrebate, gracias a esas fuertes raíces. Así que da igual que no veáis aun el resultado, seguir poniéndole amor a vuestro jardín interno metido en vuestros pensamientos, en vuestro corazón, seguir regando vuestras ilusiones a base de trabajo, CONSTANCIA y esfuerzo y algún día esos sueños que habéis convertido hoy en día en OBJETIVOS serán tan grandes o más que los 30 metros del bambú fuerte y robusto. Yo en mi caso tengo miles de sueños y que consigáis los vuestros es uno de ellos y si me conocéis, sabéis que os lo digo con el alma en la mano y es cierto, así que os dejo hasta otra de mis charlas de 5 minutos convertidas en 1 hora de lectura jaja, que tengo muchos sueños para convertir en objetivos que seguir regando y cultivando…. hasta que un día todo lo que he soñado llegue a florecer y os prometo que os lo contaré, y quién sabe, quizas sea desde las maldivas en unos días de descanso, jeje, mientras tanto seguimos regando. SUEÑA, LUCHA, VENCE O MUERE INTENTANDOLO!